lunes, 2 de junio de 2014

Reseña para la clase del martes 3 de junio.

ANUARIO DE ESTUDIOS MEDIEVALES (AEM)
40/2, julio-diciembre de 2010
pp. 969-1007
ISSN 0066-5061
R E S E Ñ A S
Vicenç BELTRAN, La Corte de Babel. Lenguas, poética y política en la España
del siglo XIII, Madrid, Gredos, 2005, 344 pp. ISBN 84-249-2773-7.
Centra en particular su atención en el análisis de la producción poética en las cortes de
diversos monarcas hispanos de este siglo, principalmente de las Coronas de Castilla y de
Aragón. Más en concreto dedica una parte importante de sus esfuerzos a profundizar en la
identificación de algunos de los principales autores que desarrollaron su actividad en estas
cortes, tarea plagada de dificultades, dada la escasa información que la documentación de este
siglo que se nos ha conservado proporciona sobre las personas que entonces se dedicaban a
escribir poesía. Muchas de las conclusiones a las que llega Vicenç Beltran a la hora de
proponer El filólogo Vicenç Beltran, tomando como base una serie de artículos por él
publicados en diversas revistas y obras colectivas entre los años 1985 y 1999, convenientemente
reelaborados y actualizados, nos ofrece en este libro en forma sintetizada los principales
resultados de más de dos décadas de labor investigadora, dedicada al estudio de la poesía y los
poetas en los reinos hispánicos durante el siglo XIII.
una identificación para los autores de los que se ocupa tienen por consiguiente un carácter en
gran medida hipotético, lo cual no merma, sin embargo, en absoluto su interés.
Al margen de las informaciones e hipótesis relativas a la identidad de los poetas que
desarrollaron su actividad en ámbitos cortesanos durante el siglo XIII hispano, que ofrecen un
indiscutible interés no sólo desde el punto de vista de la historia de la literatura, sino también
desde el de la historia social y política, el eje argumental central de este libro lo constituyen las
reflexiones que plantea en torno al uso de las lenguas en territorio hispano en un período que
se puede considerar clave desde este punto de vista, pues fue durante el siglo XIII cuando se
consolidó el uso literario de las lenguas romances en sustitución del latín, hasta entonces la
lengua escrita por antonomasia. Desde esta perspectiva Vicenç Beltran pone especial énfasis
en la demostración de la tesis de que el plurilingüismo fue un fenómeno habitual en las cortes
de los monarcas hispanos de esta centuria, y en general durante todo el período bajomedieval.
Y, a partir de esta constatación, plantea una serie de consideraciones sobre las enseñanzas que
los españoles de comienzos del siglo XXI podríamos extraer de esta afortunada experiencia de
convivencia de lenguas, que contrasta con la situación que en el momento actual se vive en
España, en la que el uso de la lengua se está convirtiendo en un motivo de discordia y de
enfrentamiento, sobre todo en el ámbito político y en el de los medios de comunica- ción,
aunque con el peligro de que se extienda también al ámbito social. Vicenç Beltran llama en
concreto la atención sobre el arraigo que en la corte de los monarcas castellano- leoneses tuvo
la lengua galaico-portuguesa hasta el siglo XV, y sobre la notable presencia en dicha corte
durante el siglo XIII de poetas provenzales, que realizaron también una importante
contribución a la formación del patrimonio literario español, que, desde determinadas
tendencias castellanocentristas, inspiradas por los autores de la generación del 98, se ha
tendido a ignorar, por considerarla extraña, es decir, no española. En esta misma línea
argumental, interpreta la desaparición del gallego como lengua literaria, o más específicamente
poética, en la Castilla del siglo XV, para ser sustituida por el castellano, como el simple
resultado de una opción cultural y poética, pero no de un proyecto político que se hubiese
propuesto conscientemente el desplazamiento de dicha lengua, pues no lo hubo. Lo que
ocurrió fue simplemente que en un nuevo contexto cultural el castellano demostró estar mejor
adaptado a los nuevos tiempos, y por ello ganó terreno, llegando a ser incluso utilizado en
Portugal, donde carecía del apoyo expreso del poder político.
Además de destacar la importancia que el gallego tuvo como lengua literaria en los reinos
hispanos del siglo XIII, sobre todo en la Corona de Castilla, pero también, aunque en muy
menor medida, en la de Aragón, Vicenç Beltran orienta a su vez sus esfuerzos a poner de
manifiesto la atracción que las cortes de los monarcas hispanos ejercieron entonces sobre los
poetas provenzales, en un contexto caracterizado por una notable movilidad de las personas
dedicadas a la actividad literaria, y por los intensos intercambios culturales entre las diversas
regiones de la Europa Occidental.
Por todo lo dicho podemos considerar la presente monografía como una obra muy sugerente,
de interés no sólo para los eruditos y aficionados a la poesía medieval, que ciertamente son
muy pocos en un mundo donde prevalecen otro género de aficiones, sino para desempeñar en
la vida de los seres humanos, enormemente enriquecedor, siempre que no se las utilice como
instrumentos de combate o de exclusión.
Por lo demás, al tiempo que aplaudimos el esfuerzo que realiza Vicenç Beltran por establecer
una vinculación entre el estudio de la poesía medieval con problemas que ocupan un lugar
central en la controversia política y mediática de la España actual, no podemos dejar de llamar
la atención sobre un llamativo error cometido por este autor al referirse a la realidad histórica
de la Europa del siglo XX. Nos referimos a la afirmación de que Yugoslavia fue construida
por los estrategas europeos tras la Gran Guerra con retazos del imperio zarista y el austriaco.
De todos es sabido que ciertamente la Rusia de los zares se esforzó por ejercer su influencia
política sobre las tierras de los Balcanes, apoyándose de forma preferente en el reino de
Serbia, donde también se profesaba la religión ortodoxa. Pero nunca estas tierras llegaron a
estar formalmente sometidas al dominio ruso. Quizás el inconsciente ha traicionado a Vicenç
Beltran, llevándole a escribir “zarista” donde tal vez quería poner “otomano”. Pero, como
quiera que sea, hemos querido concluir esta breve reseña con esta llamada de atención, de
carácter más bien anecdótico, para que, al menos, el error no se difunda en unos tiempos en
que la desorientación es generalizada y cada vez nos quedan menos certezas a las que
agarrarnos.
MÁXIMO DIAGO HERNANDO
Instituto de Historia, CSIC. Madrid
Juan Manuel BERGES SÁNCHEZ, Actividad y estructuras pecuarias en la Comunidad de
Albarracín (1284-1516), Tramacastilla (Teruel), Centro de Estudios de la Comunidad de
Albarracín, 2009, 774 pp. ISBN: 978-84-692-6233-7.
Juan Manuel Berges Sánchez nos ofrece en este libro una versión abreviada de su tesis
doctoral, presentada en la Universidad de Zaragoza, en la que se ha prescindido de la
publicación del aparato documental recopilado para llevar a cabo la investigación, que sin duda
ofrece un indudable interés para los estudiosos, pero que habría encarecido sobremanera la
presente edición, dificultando su difusión entre el gran público, que era el objetivo prioritario.
Nos encontramos ante una sólida monografía de historia regional, centrada en el período
bajomedieval, que nos permite profundizar en el conocimiento de las singularidades de las
estructuras socioeconómicas y políticas del sector meridional del reino de Aragón, al que la
historiografía medievalista ha bautizado con el nombre de “Extremadura aragonesa”, y que
presenta ciertos paralelismos en su forma de organiza- ción social del espacio con las tierras
de la Corona de Castilla localizadas entre el Duero y el Sistema Central, a las que esa misma
historiografía denomina “Extremadura castellano-leonesa”. La tarea de profundizar en el
estudio de este espacio mediante la elaboración de monografías de carácter regional ya había
sido iniciada por autores como José Luis Corral o Antonio Gargallo, con sus obras dedicadas
a Daroca y Teruel, y sus correspondientes comunidades de aldeas. Juan Manuel Berges
enlaza con esta línea de investigación, centrando en esta ocasión su atención en la ciudad de
Albarracín y su espacio jurisdiccional, que terminó erigiéndose también en una “comunidad
de aldeas”. Se trata de un territorio con evidentes paralelismos en su forma de organización
con los de Calatayud, Daroca y Teruel, pero que al mismo tiempo también ofrece rasgos
peculiares, que le confieren una indiscutible singularidad. Entre ellos destaca el hecho de que
hasta 1284 no quedó definitivamente incorporado a efectos políticos al reino de Aragón, e
incluso después de esta fecha, por estar sometido durante bastante tiempo a régimen señorial,
vivió una problemática diferente a la de las otras tres grandes comunidades de villa y Tierra
aragonesas, que formaron parte del realengo.
Por lo demás, al margen de estas circunstancias peculiares de su evolución histórica, el espacio
que estudia Juan Manuel Berges en el presente libro también ofrece la singularidad de que fue
el que más volcado estuvo hacia la práctica de la actividad ganadera entre todos los de la
denominada “Extremadura aragonesa”, ya de por sí una de las regiones del reino con mayor
vocación ganadera. De ahí que el estudio de la ganadería constituya el eje temático de la
presente monografía, en la que prácticamente todo gira en torno a la misma, aunque su estudio
es abordado desde muy diversas perspectivas, desde la de la geografía histórica hasta la de la
historia institucional, pasando por las de la antropología, la historia social y la historia de las
estructuras de poder.
Para los estudiosos de la ganadería en la España medieval la Tierra de Albarracín ofrece un
interés fuera de lo común, porque constituyó una auténtica encrucijada, un territorio donde
confluyeron prácticas ganaderas de muy diferentes características. Y así nos lo pone
cumplidamente de manifiesto Juan Manuel Berges, dando cuenta de forma pormenorizada de
los diferentes tipos de explotaciones ganaderas que coexistieron en él, y de la diversidad de
procedencias de los propietarios de los ganados que aprovecharon sus abundantes pastos. La
Tierra de Albarracín, en efecto, no sólo acogió a los ganados de los vecinos de la ciudad
cabecera y de sus aldeas, sino que rebaños de otras muy diversas procedencias aprovecharon
sus pastos, preferentemente en verano. Los apetecieron los poderosos ganaderos de Zaragoza,
con los que como consecuencia se plantearon en ocasiones enconados conflictos, pero resulta
digno de resaltar el hecho de que también ganaderos de la Corona de Castilla, sobre todo de la
región conquense, y del reino de Valencia acudieron a ellos, tomando a renta algunos de los
que eran ofertados en el mercado. En contrapartida, algunos de los ganaderos de la Tierra de
Albarracín también recurrieron al expediente de buscar alimento para sus ganados en invierno
en tierras muy alejadas de sus lugares de residencia, tanto de la Corona de Aragón,
preferentemente del reino de Valencia, como de la Corona de Castilla, por ejemplo en tierras
de Ciudad Real. Como consecuencia de todo ello el tráfico de ganados en este territorio
alcanzó unas dimensiones importantes, que el autor se esfuerza por cuantificar, tratando de
sacar el máximo provecho de una documentación siempre parca en informaciones.
El desarrollo de la ganadería trashumante es uno de los fenómenos que más contribuyó a
conferir singularidad a las estructuras socioeconómicas de la Tierra de Albarracín en los
períodos bajomedieval y moderno, y por ello Juan Manuel Berges dedica bastante atención a
esta cuestión, llamando especialmente la atención sobre la impronta que dicho desarrollo dejó
en el paisaje rural. No obstante, no deja de recordarnos que también existieron otros tipos de
explotaciones ganaderas cuya importancia no fue tampoco desdeñable, tanto las de ganado
estante o çurquenio, como las de transterminante. Por lo demás, la práctica ganadera
trashumante en la Tierra de Albarracín también presentó ciertos rasgos singulares que
permiten diferenciarla de la que podemos encontrar en la misma época en otras regiones
españolas, preferentemente de la Corona de Castilla, donde también arraigó esta peculiar
forma de explotación ganadera, hoy en día prácticamente desaparecida del solar hispano.
Ciertamente Albarracín fue la única comarca aragonesa que mantuvo vínculos con la
institución de la Mesta castellana, en la que se integraron, en concreto en el partido de Cuenca,
ganaderos de esta jurisdicción. Y este hecho confirma que fue la que más estrecha relación
estableció con Castilla como consecuencia del desarrollo que allí experimentó la ganadería
trashumante. No obstante esta comarca aragonesa no era plenamente equiparable en sus
características con las comarcas serranas mesteñas de Castilla. Y la lectura del presente libro
así nos lo pone de manifiesto. En concreto, cabe destacar, por ejemplo, que las cabañas de los
mayores propietarios de ganados trashumantes alcanzaron en Albarracín y sus aldeas tamaños
mucho más modestos que los que encontramos en las comarcas mesteñas de la Corona de
Castilla. Y, también desde el punto de vista de la organización del comercio lanero, cabe
advertir algunas diferencias, aunque, por desgracia, la escasez de noticias en la documentación
reunida impone fuertes limitaciones al autor en la tarea de profundizar en el análisis de esta
problemática, que aparece muy desdibujada en la presente monografía.
Al margen de las cuestiones aludidas, el autor aborda a lo largo del libro el estudio de otras
muchas, relacionadas con la regulación del aprovechamiento del territorio, con especial
incidencia en los pastos, y su evolución en el transcurso del tiempo, con el avance de los
procesos de privatización, las estructuras sociales, el entramado institucio- nal, y la plasmación
de todo ello en el paisaje rural. Podríamos decir que uno de los afanes principales de Juan
Manuel Berges ha sido poner de manifiesto la huella que la evolución histórica de la Tierra de
Albarracín en los siglos bajomedievales imprimió en el paisaje, y que todavía en la actualidad
cabe percibir. De ahí su acertada decisión de acompañar los textos con una gran cantidad de
fotografías, que los ilustran y complementan, y permiten tomar conciencia al lector de hasta
qué punto las realidades del pasado de las que se nos habla las podemos aún hoy percibir,
aunque con frecuencia en estado fosilizado. El esfuerzo realizado por establecer conexiones
entre dichas realidades pretéritas y el mundo que hoy tenemos ante nuestros ojos resulta
encomiable, y contribuye de forma decisiva a incrementar el interés de la lectura del libro. Otro
de sus principales activos radica en la exhaustiva tarea de recopilación de documentación, en
gran parte inédita, llevada a cabo por el autor. Y también hay que juzgar muy positivamente el
esfuerzo que éste realiza por poner en relación los resultados de sus investigaciones con los
alcanzados por otros muchos historiadores que han llevado a cabo en las últimas décadas
estudios centrados en el análisis de otros espacios regionales tanto de la Corona de Aragón
como de la de Castilla, y, en muy menor medida, de otros territorios europeos. La gran
cantidad de datos concretos que se aportan a lo largo del libro han de resultar por lo demás de
extraordinaria utilidad para abordar futuras investigaciones. Así, por ejemplo, las abundantes
noticias sobre familias de la oligarquía o sobre identidades de mercaderes que se nos
proporcionan sin duda podrán ser aprovechadas por los historiadores que se adentren por la
senda de la elaboración de trabajos de carácter prosopográfico o de la reconstrucción de
biografías.
MÁXIMO DIAGO HERNANDO
Instituto de Historia, CSIC. Madrid

No hay comentarios:

Publicar un comentario